lunes, abril 12

Gabrielle Roy y la migración

En estos días, he estado leyendo el libro de novelas de Gabrielle Roy que se llama "Un jardin au bout du monde" (1975) y que incorpora otras novelas cortas.
Varias hablan del proceso de migración, de conseguir nuevas tierras, de las esperanzas y de la lucha por personalizar un nuevo hogar.
Hay especialmente un párrafo, de la novela que se llama "La vallée Houdou" que aplica completamente a la situación del migrante en cualquier época y circunstancia.
El contexto es de un grupo de migrantes que están buscando el lugar indicado para establecerse, desesperados por no encontrar exactamente lo que buscan.
La transcribo fielmente y después intentaré traducirla (ténganme paciencia porfavor, soy cirujana, no traductora, ni maestra de francés ni nada relacionado con las letras).

"-Notre petit père Verigin a promis que nous trouverions la paix au bout du monde, et la concorde, et que là où nous irions nous y trouverions d'un même coeur. Peut-être avons-nous mal interprété ses directives. Était-ce vraiment le Canada qu'il avait en tête pour nous 
Une babouchka, très fâchée, là-dessus se mit à gronder.
-Des pays où nous serons tous unis, si chacun n'y met  pas du sien, ça ne se trouve pas. Notre petit père Verigin a promis un pays où on nous laisserait vivre en paix selon notre idéal de non-violence et de liberté de conscience. Il ne nous a pas promis l'herbe toute fauchée, la maison prête, le pain sur la table. Êtes-vous devenus fous à la fin!"


-Nuestro pequeño padre Verigin (guía espiritual de los Doukhobor, cristianos espirituales pacifistas de origen ruso que migraron a Canadá) prometió que encontraríamos la paz en el fin del mundo, y la armonía, y que allá a donde iríamos encontraríamos un mismo corazón.  Podría ser que hayamos malinterpretado sus instrucciones. ¿Sería realmente Canadá lo que él tenía en la cabeza para nosotros?
Una babouchka (abuela en ruso), muy enojada, sobre eso se puso a gruñir:
-Un país en el que todos estaríamos unidos,si cada uno no pone de su parte, no se logra. Nuestro pequeño padre Verigin prometió un país en el que nos dejen vivir en paz según nuestro ideal de no violencia y de libertad de conciencia. Él no nos prometió la hierba ya segada, la casa lista, el pan sobre la mesa. ¡Se han vuelto locos al fin!


Para mi, no hay mensaje más claro: sí, si hay tierra prometida; sí, si hay opción de encontrar las promesas de vida que perseguimos. Pero nada llega gratis: hay que trabajar para logar encontrar lo que buscamos.
¿Alguna otra idea?

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